El Diario de NetSeeker

Salgo al umbral de la puerta, medio cansado. Ahogado en mis cosas, en mis papeles. Jadeo y cada respiración se me hace vaho, cual locomotora. Hay olor a mar acá afuera. La presión del mundo: las manecillas del reloj, las agendas llenas de tinta, las vidas llenas de dolor, las cabezas pobres de sentimiento; todo. Había venido aca en pos de descansar, y si bien no me he levantado de la cama mas que para comer y beber, no he podido hacerlo mucho.

Las pesadillas, no... Los sueños; son siempre los sueños. Ellos me decían en bruma que una figura paterna estaba mal... Acudí enseguida a mi padre... El primer error de muchos de antes de llegar.

El viejo se tambalea. Sus manos tiemblan, pero no es su cuerpo el que lo traiciona. Si bien los años le han pegado duro, hay cosas en su hilo de vida que ni el tiempo puede castigar con ganas. Su mente, laberinto tieso y fibroso, había puesto encrucijadas en cada uno de sus recuerdos, cada uno de sus sentidos, en cada uno de sus sueños, en cada una de sus ideas... pero, en un solo sentimiento; el único sentimiento que el viejo fue capáz de sentir en toda su vida, el sentimiento desde el cual cimentó desde el matrimonio hasta el tener a sus hijos: la rabia. El viejo ahora teme. Tiene miedo de las sombras, que no hacen más que golpear como él lo hacía, que no hacen más que gritar como él lo hacía, que no hacen más que dañar lo que mas amaba... solo copiando lo que el mismo hacía.

Las sombras lo aquejan de noche, alimentadas por los remordimientos. Le patean la puerta, le esconden sus armas de fuego. No son sus hijos, es el mismo quien se persigue... torturándolo... matándolo... tan lentamente... tan lentamente... es ese mismo el problema... el sufre no por morir, sino por tener que sufrir cada segundo de dolor a sus hijos y esposa antes de dar su último aliento. Eso es desesperación.

Y aún huele a mar acá afuera...

--j.a.