El Diario de NetSeeker

... en los nacimientos... ... regalando nadas a todos ...

Fue un tiempo incómodo,
pero en uno de todos esos segundos,
sólo en uno fue cuando nació ese brillo de tus ojos...
y comenzó el cuento peregrino.

Cada pequeño destello de tus ojos dio origen,
origen a nuevas estrellas...
y en torno al sol de tu iris, una nueva galaxia,
llena de planetas nuevos para recorrer...

(Pero no seré yo o tu quién los camine...
Mares para nadar, bosques que recorrer,
Ciudades que habitar, Países que conquistar,
Continentes que estudiar... Sólo para ti...)

(Y así, miles de mundos, uno tras otro tras otro...
Soles que hacer brillar incandescentes de brillo azul,
Estrellas fugaces para pedir deseos,
Todo en un instante de brillo al ver tu imagen blanco y negro.)

Fue un tiempo de miedo y nervios,
pero fue en ese mismo segundo,
sólo ese segundo, que en mi se originó...
aquél orgullo de la vida hizo tronar la maquinaria.

Y ese soplo de Dios en mis venas me hizo latir por primera vez...
Y ya nada más importaba, que oír el leve tambor de tu llegada...
Y verte ante aquel cristal matando mis miedos...
Antes de llegar, eras un héroe con leyenda.

Y yo solo acudía a temblar...
y mis manos frías se calentaron de a poco...
la transpiración helada murió a tu sombra...
Nuevo Sol hay ahora en mi horizonte...

En un rincón de las sierras donde arden las estrellas, 
dejé mi herida abierta en un valle de penas. 
Casi sin darte cuenta se te puede enfermar el corazón, 
cuando uno menos lo espera, 
el veneno ya está en tus venas. 
En un río de deshielo, al sol de una mañana 
trajeron en un cuerpo a un ángel de montaña, 
un par de ojos negros te pueden robar la ilusión 
y no hay cura ni remedio que te haga ver mejor. 

La luna y mi suerte, rompieron el encanto 
perdí mi sueño en la noche que el ángel se hizo diablo. 
Un par de ojos negros te pueden robar la ilusión 
y no hay cura ni remedio que te haga ver mejor. 

En un rincón de las sierras donde arden las estrellas, 
dejé mi herida abierta en un valle de penas. 
Casi sin darte cuenta se te puede enfermar el corazón, 
cuando uno menos lo espera, 
el veneno ya está en tus venas
...

Ningún interés en la realidad, es sólo una canción que me gusta... Y con mi sequía de creatividad...  Disfruten del temazo y no pregunten tanto!

Ja ja ja ja ja ja ja....

And there all is silence,
Night and more,
The colours on the space take form and soul,
for giving me visions of tomorrow.

Lost on undiscovered lands toward the mind,
floating somewhere on the darkness,
on the deep, memory-waves travel through conscience,
hundreds on a second, thousands on a dream.

And then,
one wave from the deepest take advatage,
impulsed peacefully and slow but strong...
The memory touches the surface...

Like a nail on my spine,
images but pain make me move,
feelings keep in deepest deep of me,
make me wake.

Eyes full of knowledge from now on,
the blood of the veins move fast,
I'm living once again,
And then all the waves pierce me...

On the time with the hibernated being,
you was the wave moving my humours,
you make me breath again...
I owe you too much

Bajo la rústica arboleda, bajo la precaria construcción, nos encontramos con aquél. Habló, no lo oí. Soltó al halcón y era yo quien guardaba la ceguera. Parcialmente en oscuridad, en una oscuridad falsa, el ave me hizo su presa. No buscaba matarme, yo tenía demasiado miedo. Su pico fue voráz fauce. Daba vueltas en vuelo bajo y me mordía. Tu estabas ahí; callabas soprendida. Yo ponía mis brazos frente a mi cara, recibía solamente el ataque. En la falsa ceguera que el cuero tachonado de mi cara entregaba no podía ver más que las orillas. Dolía, pero no sangraba. Fue tal el impacto del último empellón, que desperté de golpe antes de siquiera saber como acabaría todo.
Cómo explicarte que te has enraizado tanto en mi ser, que no saberte cerca me va absorviendo. Ya no soy ser, me voy desvaneciendo. Me siento enfermo... En un limbo cruel, dónde no puedo hacer más que sentarme y esperar, me siento morir, de a poco.
Al parecer, la semilla no cayó muy lejos del árbol, y no he podido explicarte que jamás te dejaría. No tengo las palabras, o si las tengo y no las sé usar. Sigo desvaneciéndome. He tratado de decirte todo lo importante que eres para mí, y me basta solo un error para sentarme a verme caer.
No tengo estómago, mis tripas tiemblan más que mis manos. No puedo moverme rápido; mi corazón tieso se avecina en cualquier momento por mi garganta y en una arcada fugaz temo desprenderme de él.
¿Qué es esta extraña sensación de calor, tan lejana de la tibieza de tu amor? ¿Este frío en mis manos, en mi piel, se debe a la falta de bomba de sangre, o a algo más?
Lo cierto es que me estoy desmoronando. Deshaciendo. Me haces falta... sólo un par de palabras de mi boca te hicieron daño... No se qué más decir, ni como decirlo. No quiero perderte, no te quiero más lejos de lo que estás de mi ahora... 

El lugar me decía:

La noche de luna amarilla adorna el cielo
como un segundo sol, se alza el único ojo nocturno
y se convirete en mi testigo.

Caminando los largos caminos ruinas,
las costillas arenosas del planeta viejo,
esperando cansarse para poder descansar.

Un único astro en el cielo me vigila
mientras las heridas no duelen ni sangran,
y las cicatrices botan la antigua sangre espectral.

Las raíces hundidas en la tierra salen torcidas,
y dan forma y fuerza al árbol de las vidas,
viejas lágrimas de resina cubren su corteza.

Las maderas ancianas dan frutos nuevos,
con sabores dulces rellenan los paisajes
riendo y llorando los anillos del cuerpo.

Mientras yo...
no puedo quitarte de mi consciencia.


Sin ser conquistadores ni invasores,
calzamos en la vida del otro.
Nuestro jardín florece.

Las raíces recorren distancias incontables
no podría perderme en el camino,
se abrazan como manos decididas...

Los brillos de tus ojos me traen el recuerdo de la luz blanca,
y vas llenando de estrellas mi cielo lunar.
De a poco, dándome el aliento inspirador.

Mi mano en tibieza es el pincel más certero,
y brotan los colores de mi mente...
pintar, queriendo tocar tu imaginación.

Hemos plantado un árbol en el anciano de la vida,
ni la luz, ni el agua, ni alegrías le faltarán.
Estando los dos a su cuidado...

El Cuento De Partir De Casa

La llave se convirtió en mi estandarte, que llevaba colgado de mi cuello con una cadena de plata. Apenas pude abrir el paquete, en la noche, decidí partir. La noche era una de las más oscuras que puedo recordar... tan negra que el resto de las espesuras nocturnas se acurrucaban en las orillas. Decidí buscar la cerradura que fuera de la llave que llevaba, pues en mi casa ninguna cedía a su forma, color o dureza. Habían tantas cosas más en el mundo... tantas puertas más, tantas ventanas pesadas y tantos cofres que no me podía contener. Quizás, hasta hubieran más cosas que eso... Debía partir cuanto antes, pero... ¿A dónde?... no lo sabía aún... quise dejar que mis pasos eligieran por mí. Si había un destino en algún lugar, fuera cual fuera el camino que tomara llegaría a buen puerto... tarde o temprano. Estaba dispuesto a vagar entre la soledad para encontrar lo que ni siquiera yo sabía que era. Así, con esos pensamientos en la cabeza, fijados, es que me acosté por última vez en mi vida en una cama a dormir por que apenas el sol tocara mi cara pálida, era hora de irme de casa.


En la mañana, apenas el sol hubo asomado sus brazos etéreos y quemantes sobre el techo de la larga casa, los hoyos del techo dejaron que aquella primera luz se derramara goteando en mi cara. Pesado fue el despertar, pero más pesados fueron los sueños que me visitaron al dormir. Algunos contenían campos verdes con flores e insectos de colores... pero alguna bola de fuego proveniente de algún sol lejano lo reducía todo a una pegajosa ceniza negra. Los otros sueños me mostraban siendo arrastrado por el océano, drenado hasta el fondo del mar y de mis energías y dragado luego del residuo marino para ser un huevo azuloso del que nacía un ser con una corona, listo para gobernar. Las contradicciones me ponen la piel de gallina. Así fue como desperté.
Comí como sabría que no comería en un largo tiempo... o quien sabe, quizás como no volvería a comer jamás. Habiendo preparado mis cosas, habiendo empacado mi espada y mi pluma, me decidí a partir por la gran puerta de pesadas hojas de madera que era la salida de casa.
Papá y Mamá me esperaban un metro antes de la puerta. Ambos, sin tomarse de las manos (más bien las llevaban cruzadas en el pecho, como en señal de enojo) estaban parados tratando de bloquearme la salida. La cara de enfado era lo peor, incluso peor que mi cara de decisión y de no ceder. Conversamos lo que parecieron días, parados sin mover más que la boca y las manos a veces para gesticular. Ellos tenían buenos argumentos, yo tenía mejores. Así, cuando el hambre ya empezaba a hacer presa de nuestros cuerpos es que ambos bajaron su guardia y con un beso en la frente de cada uno me dejaron ir.
Me dieron consejos inteligentes, consejos tontos: toda clase de consejos. Incluso me dieron uno o dos consejos contradictorios, además de un consejo de carácter mágico: “Si deseas partir, pero no sabes dónde ir, usa el camino de en medio, pasando por la aldea vacía hasta que llegues al camino trenzado. Habrá ahí miles de divergencias y convergencias, caminos derechos y caminos chuecos, caminos falsos y verdaderos, caminos nuevos o caminos que ya has pasado antes. Si te apuras podrás llegar ahí en menos de un día, y cruzar el camino trenzado puede demorarte una hora como toda tu vida; todo depende de tu destino.” - “Si mi hijo va a vagar por ahí, es mejor que intentes en seguida encontrar tu destino. Podrías caminar los países de este mundo sin siquiera encontrar una pista. El trenzado es el camino que debes tomar...” - “Adiós hijo, te veremos en un tiempo más”. Así es como dejé mi casa.

Prólogo

Se trata de una leyenda, de una infancia repleta de ires y venires. Un abuelo que dentro de sus cajas de cajas tenía una llave envuelta en sucio papel, amarrados con los cabellos blancos de alguna criatura. Recuerdos borrosos de momentos tratando de abrir el paquete... que cedió simplemente con el primer rayo de la luna llena. Debieron haber pasado años... si... por que cuando posé mis manos blancas sobre la llave de bronce fría noté mis dedos más grandes y gruesos, noté mi pelo más largo, noté mi adultez... no, no es verdad. Siempre he sido un niño.

El tesoro de los mil días de cansancio nunca fue lo que esperaba. La llave fría y amarilla no abría ninguna de las puertas de la larga casa de los largos pasillos. No, ni las ventanas con tapas pesadas ni los cofres de maderas con olores de países diferentes... El tesoro de los mil días de cansancio nunca fue lo que esperaba, pues el verdadero tesoro se hallaba encerrado en la pálida hoja de papiro que rodeaba lo que brillaba, “nada es lo que parece” me decían y yo reía creyendo ser tan obvio y transparente. La hoja, delicada y hermosa ahora a mis ojos traía una historia. Un cuento... de mil moralejas... tan largo como las escrituras santas... con mapas y dibujos... jamás me explicaré como fue que pasé el resto de los días de mi vida leyéndola, sentado en el piso del mismo lugar donde la vi por primera vez... era tan solo una hoja... con exquisitos acabados hechos con fuego y otros con tinta. Toda mi vida, y no me arrepiento.

139165532Credo

Ich bin nicht mehr Allein... Nie wieder
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