El Diario de NetSeeker

... en los nacimientos... ... regalando nadas a todos ...

La Isla de Morpheus

Fue un lento despertar esta mañana. Intenté levantar mi cuerpo siete veces, y siete veces caí bajo el peso de las sábanas a esa almohada que me recibía con el calor que sólo puede entregarte una madre.

Me duché. No me movía; sólo dejaba caer el agua. Rozaba mi cuerpo y caía por el agujero de la tina de baño. Al salir y al comenzar a moverme (Por primera vez en el día, creo) hice crujir cada uno de mis huesos. Cuello, hombro izquierdo (el derecho nunca cruje), mis nudillos y hasta los dedos de los pies. El frío había venido, pero la toalla lo detuvo al apretar mi piel. Secábame con poco ánimo.

Me vestí y ya estoy en la mesa para el desayuno. Un silencio tremendo, trémulo de nada. Abro el refrigerador. No hay algo. Creo que será otro de esos días en ayunas hasta las seis. Así que dirijo mis pasos a la puerta de la casa. Apenas gruñen las bisagras, parecía que aún dormían.

El sol me pegó en la cara. Mis ojos, cafés aun por que no habían recibido luz solar desde hace unas cuantas semanas comenzaron a ponerse verdes. Caminé hasta la calle y ahí inicié la procesión…

Cuadra tras cuadra, casa tras casa. Me perdí entre las vueltas, me perdí frente a dos niños jugando. Volví a mi camino después de dejar de disfrutar el haberme extraviado (como es mi costumbre) y llegué de pronto a la calle Nogal.

Llena de gente, como siempre. Todos iguales, como siempre. Me miraban con descaro, con la mirada que pone el loco cuando mira algo lleno de rigor, o con la mirada que pone el científico cuando se siente rodeado de fantasmas… Mirábanme sin esconder su desprecio. Y yo, por primera vez en años… me sentí cansado.

Salí corriendo del rebaño. Huí de sus uniformes, escapé de sus insultos al unísono. Corrí sin pensar dónde hasta que mis pies dejaran de hacerlo. Así llegué a la costanera… frente al mirador del puente, donde la gente “normal” va a matar el tiempo: o a matarse.

El mar, ese eterno, me abrazaba desde lejos con sus olas. Me envolvió con su brisa como la madre que envuelve a su hijo con un abrazo. Sentí tanto calor… no calor como el del sol, era el calor que sientes cuando un amigo de esos que duran para siempre te cuenta sus secretos…

Sonreí. Como un idiota, pero sonreí. ¡Todo era tan familiar!

Abrí mis ojos con lentitud. El sol me acarició el rostro ahora que mis ojos se habían llenado de él. Ahí fue que lo vi. ¡Ahí está! – Grité como para que el oficial de policía que por ahí pasaba fuera testigo de ello-. Pero hacen años que aquí nadie me toma en cuenta. No importa, ya estoy acostumbrado.

Era una isla que jamás había visto ahí. Lo digo con autoridad, ya que he pasado gran parte de mi vida frente a esas costas, pintando el paisaje. Recordé que hace años había deseado que ahí hubiese una isla, para que el paisaje y mi pintura fueran perfectos. Y ahora estaba ahí, tal y como yo la había soñado.

Y frente a esa divina aparición nadie la tomaba en cuenta. Todos los hombres con corbatas y maletines caminaban apurados urgentemente para no llegar tarde y perder así la posibilidad de apurarse y hacer todo urgentemente. Frente a esa maravilla todas las mujeres a medio vestir salían por las ventanas de las casas luego de haber cometido su adulterio semanal. Corrían mientras se arreglaban el pelo, pero no miraban ese momento en el que Dios, inspirado, dibujó sobre su tela esférica. Frente a esa divina aparición nadie dejaba su rutina.

Una isla azulosa con un poco de verde. Roja, depende de donde la mires… Tiene puntos cafés y amarillos. Y unas estrellas formaban un arco. No, forman un bastón. ¡No, forman una silueta!

Y de pronto estaba frente a mí. Un hombre alto, cabellos negros y ojos más profundos que el mismísimo cielo nocturno. Su tez tan blanca parecía un papel en el que había sido escrita la historia del universo. Vestía un abrigo largo negro o quizás más oscuro y más claro a la vez. Los dobleces de su ropa se fundían con el viento y en las esquinas de su cuerpo, nacían cientos de estrellas. Me sentí inquieto, pues en el no podía sentir ni la maldad ni la bondad.

- He caminado esta ciudad ya más de un mes – me dijo – y nadie se había fijado ni en mí ni en mi barco. He pasado entremedio de la gente y he ayudado a cruzar a ancianas las calles cientos de veces. Me he puesto a dormir en medio de una acera durante unas horas, y aún así nadie fue capaz de percibirme. A un niño una vez le pareció verme en el reflejo que hice sobre una pequeña poza de agua. Sin embargo tú has sido capaz de verme aún cuando yo no quería que lo hicieras…-

- ¿Q…q…qué dices? –

- Soy sincero al hablar. No digo nada más de lo que oíste, ni nada menos. –

- ¿Quién eres? –

- La típica pregunta de la humanidad. Quizás no seas tan peculiar después de todo… Me llaman de muchas maneras: L’Zuril, Kai’Zkul, Morpheus, Sandman... Pero todos significan lo mismo… Me llaman “El Señor De Los Sueños” –

- … - Recordé que una vez se me había presentado en un sueño, el cual no tuvo la suerte de quedar plasmado en mi memoria. Sólo estuvo ahí un par de segundos.

- Ya hemos hablado antes – Destino, mi hermano habló contigo en sueños. Me presentó ante ti… - (Me pareció que leía mi mente)

- Dices que nadie te ha visto. No guardas ahínco en mostrarte. Vistes sobrio pero la naturaleza de tu ser salta a la vista, y no te molesta mostrarlo ¿Cómo explicas eso? –

- ¿Cómo? Sólo mira a tu alrededor señor…

Alejé mi mirada de él y giré la cabeza. Había frente a mí un hombre oscuro y que a la vez despedía el destello de las estrellas y nadie lo miraba. Ni a mí. Los hombres con corbatas elegantes y maletines seguían corriendo de un lado para el otro cabizbajos. Las mujeres seguían corriendo apuradas para llegar a casa mientras se arreglaban el sostén. Si hubieran sido capaces de mirar, por un segundo, al lado en vez de siempre abajo, hubieran visto una aparición divina, la encarnación de nuestros sueños... Volví así a la conversación.

- Hey, hijo de la humanidad… - me dijo mientras me tendió la mano. - Lo miré mientras lo hacía y no pasó nada – Dame la mano... -

Extendí mi mano y en seguida el me dijo:

- ¿Somos iguales sabes? Me alegra haberme encontrado contigo… pero ahora debes continuar.

De golpe, todo se puso negro.

Fue un lento despertar esta mañana. Intenté levantar mi cuerpo siete veces, y siete veces caí bajo el peso de las sábanas a esa almohada que me recibía con el calor que sólo puede entregarte una madre…

Se venía todo un nuevo día con el que lidiar.

2 comentario(s):

Entretenido :)
Por alguna razon el dialogo del cuento me hizo pensar en las innumerables escenas de animé en donde un par de personajes comienzan a hablar temas trascendentales rodeados de sombras de individuos identicos entre si... Un poco Lain tal vez :P.

No lo se... tal vez es la aspiracion que tenemos algunos de no ser sombras y ser de esos pocos personajes en colores que quieren mirar a los lados y no andar corriendo mirando al frente toda la vida.

Que estés bien Jorge
Nos leemos por los blogs..
Adios!

Hay personas que muchas veces se nos pasan por alto... por un momento senti que el dialogo llenó mi boca - me alegra haberme encontrado contigo-
entre pasajes y pasajes de tu vida, mi vida y la de ellos, rozamos sombras y aun asi continuamos el camino... frialdad que llena el vacio...

agradezco mucho que compartas tus palabras conmigo.
creo que encontre a alguien en medio de este frio

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