El Diario de NetSeeker

Creí que no volvería a pasar otra vez; no me esperaba que aparecieran en mí otra vez en mi cabeza, rebotando, esos pensamientos que destrozarían una mente normal… Eso puede explicar por qué es que soy así… Pero bueno, ese no es el tema. Censuré de ideas brutales estas líneas, para no dañar a nadie, y de paso, a mí mismo.

Salí de una mañana bastante vaga en la Universidad, marcada por nada. Ni cosas terriblemente malas habían ocurrido, ni mucho menos habían caído milagros en mi camino. Todo parejo. Ni bien ni mal. Llovía, mucho para esta ciudad, pero nada comparado con ciertas jornadas en mi tierra natal.
Comencé caminando con muchas energías… sonreía cuando me miraban y respondía los saludos con un potente “Hola”. Me había dado cuenta de que cada paso era más difícil, a veces por aceras de cemento, otras por un barro rojo que succionaba mis zapatillas. Veía ir y venir a mucha gente. Muchos – que venían en sentido contrario – me miraban con cierto desprecio y cruzaban la calle con rapidez. ¡Que huevada! ¿Acaso tengo algo en la cara? Otros me hacían el quite sin mirarme y me dejaban atrás como una de las tantas hojas que bota el otoño.
Un perro me miró con cara de “Llévame a tu casa”. Yo lo miré con cara de “Podrías llevarme tú a la tuya”… Comprendió lo sucedido, se dio media vuelta y se fue.
Veía a las personas que iban por la otra vereda. No es que me importe qué diablos es lo que hacían, pero los miraba con cierta curiosidad… Miraba la vereda que yo recorría y me preguntaba por que es que todos caminaban por la vereda contraria a la mía… Y… Y… Y… por más que esperaba, nadie venía a tomar mi mano y acompañarme. Primero me sentí herido en lo más profundo, me toqué las costillas con mi mano. Respiré profundo y maldije al mundo. Ahí se acabó el dolor.
La lluvia se me estaba metiendo por el cuello cuando miré la hora. Hace 7 minutos estaba seco y seguro. De la gente que pasaba con paraguas… de esa prefiero ni hablar. Caminaba y caminaba. Un pie detrás del otro. Y después el siguiente. No me detuve ni a mirar, ni a respirar ni recordar. El tiempo pasaba cada vez más rápido. La misma inercia que mueve el segundero del reloj era la que movía mis pies.
Di la vuelta y estaba a una cuadra de mi casa. ¿Qué iba a hacer? Ni me acordaba ya de la motivación con la que empecé a caminar bajo la lluvia, sin paraguas, sin compañía y sin moral. Mi meta estaba cerca, pero ya daba lo mismo.
Ahora estoy en mi cama escuchando unos buenos temas de Sinergia y escribiendo esto. Me demoré 10 minutos en llegar a mi casa. No pude evitar pensar en mi vida y en lo que he vivido y desvivido en ella… y en lo parecida que es mi vida… a ese viaje desde la universidad que hace 19 minutos comencé.
Tampoco puedo evitar el pensar en lo insignificante que es la vida. ¿Quién sabe? Quizá la vida de cada uno no es más que 10 minutos en la vida de "Un Ser Superior".

¡Que dolor de cabeza!

PD: Saludos al perro de la historia. El afecto que no son capaces de dar “mis pares” me lo da un animal… Y nos llamamos con orgullo “especie superior”…

-Alejandro