El Diario de NetSeeker

Cuando desperté la luna hacía esfuerzos por encaramarse a mi pieza desde mi ventana. Para mi sorpresa, estaba sonriendo; como no lo hacía desde hace mucho tiempo. Así acostado, aplastado por el peso del mundo en las sábanas recordé mi día anterior.
La calidad del espectáculo no fue suficiente, más la calidad de la compañía fue la que me llenó. Ya me había acostumbrado a hacerlo y acá, donde se complica bastante la cosa, lo extrañaba muchísimo… Hablo de salir con amigos… Hablo de hacer rodar la maquinaria de la felicidad y entregarte a sus condiciones.
Seguía sonriendo, como un real idiota. Pero eso no importa ya.
Quise levantarme pero fue grande mi sorpresa al darme cuenta de que mi cama estaba manchada de todos los colores. Se habían rasgado mis venas, dejando salir al aire libre todos los colores que guardo en mi interior: todos los acrílicos de los cuadros que he hecho nacer.
Pronto esos colores fueron capaces de moverse, y con una frenética danza y un coro de risas comenzaron a cubrir todo lo que me rodeaba. Lo que antes me parecía gris e insano, esas esquinas a las que la luz no llega estaban ahora pintadas hasta sus médulas con los colores de mi interior. Rojos, azules, verdes, amarillos… todo fue cubriéndose irremediablemente de mi esencia.
Ya nada era igual. Ni hoy y para siempre, todos esos rincones a los que temía, todas las ideas vagas que buscaban clavarme el puñal mientras dormía, todos esos momentos que decidieron no dejarme para ser la cruz que lleve todos los días ahora rezongaban, mugían y gritaban frente a la nueva fuerza que me invadía. Algunos perdían perdón y desaparecían suavemente. Otros trataban de huir para seguir atormentándome, pero el color que lo buscaba siempre fue más fuerte y fueron atravesados por lanzas luminosas de mi propio ser. Habían aún algunos momentos que se inflaban, golpeaban a los colores y se aprovechaban de su noble cruzada. Sin embargo esos fueron los que mas sufrieron, pues fueron llenándose de color poco a poco, hasta reventar con un sonido “pum”.
Así fue como se hizo un exorcismo de las miradas que buscaban venganza contra de mi en mis sueños. Así fue como poco a poco fui sintiéndome libre de la maldición que llevaba tatuada en la piel.
Ahora que miro de nuevo mi pieza, acá desde mi cama, no veo más ese sentimiento de dolor que me acompañaba como una segunda sombra. Veo por fin claras las cosas ahora.
Las heridas del sangramiento han desaparecido por completo. Los colores vuelven a estar corriendo mis venas, y latiendo en mi corazón, esperando a que la amenaza vecina nunca más vuelva a venir… pero se mantienen siempre alertas por si ocurre.
Rojos, azules, verdes, amarillos… y otros colores que aún no se conocen.
Son los que comparto con la gente que vela por mí, y que no dudaré en usar si tengo que defenderlos. Tengo ahora motivaciones para hacerlo.
Sangraré de nuevo estos colores cada vez que el llanto y la nostalgia se me acerquen, pero no más la misma nostalgia, no más los mismos recuerdos de antes, pues esa es una batalla que gané. Vendrán nuevas penas, pero también nuevas alegrías.

-Alejandro