El Diario de NetSeeker

La fábula de los lobos...
(O el cuento del escritor loco de soledad)

Acá estoy otra vez, mi querido cuaderno. Escribo en tus páginas encerrado en esta cárcel que otros llaman hogar. Escucho las risas en el primer piso, pero no pretendo ir... por que no son para mi y por que además fui castigado por la inminente señora de los barrotes. No se como fue que, de un momento a otro empezé a llevar el peso de mis crímenes, pero además de los otros crímenes que no se resolvieron.
Me miran con un poco de antipatía ahora. Es decir, todos menos ellos... mis compañeros.
Bueno, ese tema merece otras mediciones mi pequeño cuaderno. Se me acaban las páginas y no quiero terminar sin escribir algo que te haga parecer otra cosa que no sea un diario de vida
lleno de deshonores mugrosos.
Estoy solo, desde hace horas. He dormido otras tantas. No podría decirte cuanto tiempo llevo acá, sin comida o roce humano. No se si podría volver a hablar. Tras las largas paredes una ventana solitaria es lo único que me mantiene en el filo de la cordura. Los ladrillos no se diluyen, como a mi me gustaría que pasara.
Oh, mi pequeño cuaderno. ¡Se hace de noche! Me empiezo a desatar, a deshilacharme de a poco, para convertirme en una extensión de las sombras y la oscuridad. La gente de afuera ha olvidado como eran de claros mis ojos y yo he olvidado como era la gente de más afuera... Algo me duele adentro, no se que órgano es. Oh, cuaderno, todo es completa oscuridad. Soy una parte más de todo este ancho mar de ébano y no he podido encontrar nada en que inspirarme para escribir sobre tí. Hago rayas por sobre tu piel y no se si en verdad escribo, o si hago un ridículo donde nadie vea.
¿Qué es eso? Mi Dios, que cara tan pálida tienes... Eres como yo, escondes tus ojos de los de los demás por que eres tan transparente: tan frágil... Eres como una hoja de mi bello cuaderno en pleno día; pero es de noche... eres grande... reflejas una luz blanca que me obliga a tejerme otra vez para ser visto. Dios... ¿Cómo pude haberte olvidado?
Eres tú, mi Reina, eres tú. Disculpa a este vasallo idiota que no te reconoció. Si, es cierto. Claro, es usted cada vez más bella. Tu cara redonda y tus facciones de niña que se contraponen a la cantidad de años que has reinado a los de mi clase. Si, señora. Espere... ¡Espere! No me deje... Esa nube otra vez me ha dejado solo, sin la atención de mi Reina nocturna; mi reina de las alturas.
Oh, dama de las mareas, ponte tu vestido y ven a rescatar a este idiota encerrado; este, uno de tus hijos, los lobos. Oh dama como anhelo verte como en mis primeros días corriendo por los pasillos de tu palacio de la locura y mis hermanos aullándote en señal de respeto.
Mira mi querido cuaderno, es la nube que decayó ante mis plegarias. Mi señora es visible de nuevo.
Oh señora, quisiera decirle que... ¿Qué? Claro mi dama. Si, si lo sé.
No dude de mi mi dama. Yo y mis hermanos lobos aullaremos a usted siempre.
Si... siento haber dudado de usted.
Siempre estará conmigo.
Muchas gracias dama mía.
La bendigo.